El juego es el lenguaje universal de los niños. A través de él, exploran el mundo, desarrollan habilidades y, lo más importante, interiorizan valores esenciales. En el camino de la fe, las actividades lúdicas pueden convertirse en una herramienta poderosa para sembrar en los corazones infantiles el amor por Dios y el deseo de vivir según su enseñanza.
El juego como camino hacia Dios
Desde la primera infancia, el aprendizaje se da mejor cuando está vinculado con la diversión. Jesús mismo nos enseñó que debemos acercarnos al Reino de Dios con la sencillez de los niños. Entonces, ¿por qué no hacer que esa experiencia de fe sea accesible y emocionante para ellos?
Los juegos y actividades no solo estimulan el crecimiento físico e intelectual, sino también fomentan el desarrollo espiritual, permitiendo que los niños vivan la fe de una manera cotidiana, natural y atractiva.